En el siglo XIII, Italia establece una marcada producción doméstica.
En tanto Inglaterra, durante el siglo XVIII, toma a la industria textil como uno de los motores del progreso técnico.
Por su parte, la zona mediterránea española fue el foco más importante en la producción de seda.
Por último, en Francia se empezó a pensar en una producción de tejidos más ligeros y baratos. Esto permitió desarrollar una amplia industria textil.
Con la conquista de América, se estima que la seda llegó a nuestro Continente.
Durante el transcurso de la Revolución Industrial (s. XIX), se produce un auge de la industria textil. La seda, así, logra alcanzar una fabricación más industrializada.
Promediando el siglo XIX, se produce una importante baja en la productividad de la seda. Causa directa es la aparición de las primeras enfermedades del gusano de seda.
Ya a fines del siglo XIX, la producción manual de seda (los telares) tiende a desaparecer y la producción industrializada se focaliza en Francia.
A comienzos del siglo XX, los países asiáticos comienzan a ser elaboradores de productos terminados, lo que los coloca en un lugar de gran importancia.
Al finalizar la II Guerra Mundial, la aparición de fibras químicas -entre ellas el nylon- opacaron fuertemente a la seda.
En las últimas décadas del siglo XX -y a causa de su apertura económica- China se convirtió en el principal productor mundial.
Aun hoy en día, países como India y Japón son grandes consumidores de seda.
jueves, 29 de mayo de 2008
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